Dos semanas dando vueltas por Myanmar, sin demasiado orden todo sea dicho, han sido suficientes para decidirme a incorporar una nueva categoría a La Nomadista. Los imprescindibles serán, a partir de ahora, entradas dedicadas a aquellos lugares o experiencias que creo que nadie debería perderse a lo largo de los países por los que transcurra esta aventura viajera.
Guías como Lonely Planet o portales como TripAdvisor suelen seleccionar sus propios imprescindibles y la mayoría los seguimos como si de la Biblia del viajero se tratase. Muchas veces, sin embargo, se encuentran desfasados o simplemente no son tan imprescindibles una vez visitados. No digo que los míos tengan más validez que los de los grandes expertos en viajes, solo que a partir de ahora aquí podréis encontrar una visión personal de las mejores experiencias alrededor, de momento, del sudeste asiático sin otra intención que el de poder guiar a futuros viajeros.
Tren Pyin U Lwin – Hsipaw
Tengo que reconocer que fueron muchas cosas las que me hicieron llegar hasta Pyin U Lwin para sumergirme en el viaje en tren con más encanto que haya hecho nunca. Mi experiencia en tren debo reconocer que es limitada, pero mágico y espectacular son algunas de las palabras que me vienen a la cabeza cuando pienso en siete horas de trayecto entre campos de maíz y arroz y montañas de vértigo.
La mencionada Lonely Planet sitúa la antigua ciudad colonial de Pyin U Lwin como uno de los diez imprescindibles de Myanmar y el amigo que me recomendó el Yoe Yoe Lay Homestay en Mandalay me vendió esta ex zona de vacaciones inglesa como un pueblo con mucho encanto y pocos turistas. Personalmente, discrepo de ambas opiniones. Aun así, acercarse a este pequeño pueblo situado a dos horas de Mandalay es parada obligada para subirse al tren diario con destino a Hsipaw. En Upper Class por solo 2.750 kyats (poco más de dos euros), la única obligación es simplemente dejarse llevar por el traqueteo de un antiguo tren de ventanas abiertas.
Los butacones acolchados facilitan el disfrute de un viaje lleno de baches y saltos, sí saltos, que dificultan el sueño tras el madrugón necesario para encontrar sitio. El tren sale todos los días a las 8.20h de la mañana, aunque uno debe estar en la estación con el pasaporte en mano a las 7.45h para conseguir el billete. Eso es lo que recomienda todo el mundo, aunque viendo que la puntualidad no es el fuerte en el transporte birmano, podéis ir algo más tarde. No salimos hasta las nueve.
La llegada del tren es ya en si mismo un espectáculo digno de ver. Locales cargando sacos de comida y dos vagones extra llegando 15 minutos después que la cabeza. En uno de esos dos tenemos reservados los asientos los turistas, casi todos en Upper Class para evitar los duros bancos de madera en los que el viaje no tiene pinta de ser tan placentero.
Una vez instalados en los amplios sillones solo queda disfrutar del intenso verde que salpica un recorrido en el que, en ocasiones, se atraviesan estrechos caminos entre los maizales. Tan estrechos que si uno opta por asomarse por la ventana debe tener cuidado, no por la velocidad del tren, sino por la posibilidad de salir malherido con las ramas que de vez en cuando se cuelan por las ventanas. De hecho, uno termina el viaje con briznas por todo el cuerpo. Es agradable, sin embargo, la frescura del aire e incluso de algunas gotas de lluvia. O, por lo menos, lo fue para mí. Me recuerdo sonriendo como una tonta y feliz simplemente por estar perdida en medio de Myanmar y subida en un tren con tales vistas.
La gente trabajando en inundados campos de arroz salpican el paisaje. La mayoría de ellos dejará sus quehaceres varios para saludarte si te ven asomada a la ventana. Y tu les devolverás el saludo con la mejor de tus sonrisas mientras piensas, «mola estar aquí». Y así, entre sonrisa, saludo y momentos de introspección – siete horas dan para mucho- llega uno al punto álgido del viaje: el viaducto de Gokteik.
Pasadas unas cuatro horas de viaje, el traqueteo del tren se vuelve menos perceptible al reducirse considerablemente la ya de por si lenta velocidad de la maquina. Una quebrada de espesa vegetación y el que fuera, en el momento de su construcción, el segundo puente ferroviario más largo del mundo retan al vértigo de los pasajeros. Con más de 100 metros de alturas y 700 metros de longitud, la envejecida estructura chirría mientras entre el abismo y el tren tan solo distan un par de palmos. Para más inri, el puente es algo curvado.
Desde dentro parece poco creíble que un tren casi a pedales pueda superar esa barrera natural, pero lo hace. Se toma su tiempo, pero eso permite disfrutar de unas vistas todavía más espectaculares que las del resto del viaje. Entre montañas y un pequeño río, el viaducto de Gokteik es de esas experiencias que todo viajero guarda en su retina. Así como las peripecias de las birmanas que recorren el tren de puertas abiertas y vagones bloqueados por las mercancías con amplias bandejas en la cabeza repletas de comida. No es necesarios, por tanto, caer en el error de llenar la mochila de comida. Tanto dentro del tren como fuera en las estaciones es fácil agenciarse unos buenos noodles con verduras con los que deleitarse peligrosamente durante el viaje.
Un consejo para hacer de esta experiencia todavía más especial. Si la intención es coger el tren con dirección a Hsipaw y se viene de Mandalay, coged una camioneta para realizar las dos horas de trayecto que separan Mandalay de Pyin U Lwin. La camioneta no es lo más cómodo del mundo, pero compartirás trayecto con locales y asistirás a una especie de ‘paso aduanero’ con el relativo miedo que supone no saber si pasa algo o no cuando los responsables del puesto de control empiezan a revisar tu camioneta.
Una vez en PyinU Lwin será suficiente con dormir una noche. Yo me hospedé en el Grace 1 junto a unas chicas alemanas. El mismo precio que en Mandalay, 10 dólares por noche y un desayuno correcto, pero no lo recomendaría pese a contar con baño en las habitaciones. Apenas pude dormir tras encontrarme un par de cucarachas en la habitación y tener la sensación de que la cama no estaba del todo aireada. La paranoia fue considerable, aunque el mercado nocturno de la ciudad merece la pena.
Pequeño y dedicado casi exclusivamente a la comida se encuentran en él interesantes platos. Mi preferido, además de la ensalada de papaya algo picante, unas pequeñas bolas de harina fritas y partidas por la mitad con huevos de codorniz fritos o verduras y garbanzos. Cinco por 200 kyats. El mismo precio del delicioso pancake de coco con el que terminó el único día en Pyin U Lwin.
2 Comments
El futuro marido de PJ Harvey aunque ella no lo sepa aún...
22 julio, 2015 at 3:14Collons! Quines ganes de ser-hi! Quin ‘acojone’ el pont aquest, no? A gaudir, nomadista!!
Imprescindibles de Myanmar (II): Senderismo por Hsipaw
30 julio, 2015 at 12:11[…] y visitar sus atracciones principales, que no son muchas. Aun así merece la pena el largo trayecto en tren desde Mandalay o Pwin U Lwin y enlazar, así, dos indispensables birmanos. Hsipaw lo es como base de operaciones para los […]