Lunes.
El último del mes de octubre.
El cambio de hora me tiene despierta desde las 6 de la mañana. Tal vez por eso haya decidido – por no decir obligado- a sentarme delante del ordenador y abrir esta página en blanco. No tengo muy claro qué va a salir de aquí. Puede que nada publicable, pero yo sigo escribiendo lo que salga. Siempre me ha funcionado esto de escribir sin demasiados preámbulos y esquemas. Por lo menos, cuando escribía y me sentía segura de lo que hacía.
Desde hace un tiempo no me siento así. Me cuesta escribir, de lo que sea. Me cuesta y, en algunos casos, me da pereza. Escribo para mí misma, mis pensamientos y esas cosas en una versión moderna del diario de una adolescente. Es una buena manera de ordenar ideas y pensamientos. Pero solo son eso, escritos para mí a modo de terapia. Podría culpar de mi sequía al hecho de haber escrito un libro que realmente me exigió un trabajo de escritura muy intenso por dejarlo para el último momento, pero no.
No creo que eso sea el causante, pero es cierto que desde entonces apenas he escrito. Un par de post por aquí con la emoción primero, y la decepción después del viaje a Sri Lanka y poco más. Lo he intentado, pero siempre la misma pregunta: ¿De qué voy a escribir? ¿A quién le interesa? ¿Por qué pierdes el tiempo en vez de ponerte a trabajar en algo de verdad?
Se suponía que a estas alturas del año ya debía tener claro qué hacer con mi carrera profesional, que el libro tenía que ser un antes y un después y que encontraría esa independencia personal que sí echo de menos de mi anterior vida periodística.
Nada de todo eso ha sucedido.
Han sucedido muchas otras cosas en estos últimos años. Ninguna, eso sí, prevista en mis planes iniciales de vida nomadista. No entraba en mis planes no volver a viajar de inmediato y no quedarme a vivir en una cabaña filipina. Tampoco escribir un libro sobre música y gastronomía, poner en marcha un proyecto radiofónico, probar la comunicación en una discográfica… ni descubrir que podía sentirme más vulnerable que nunca estando en la mejor de las relaciones de pareja posible. Ser extremadamente sensible no te otorga ningún título en inteligencia emocional. Y me cuesta gestionar emociones, sentimientos de culpabilidad y otras herencias familiares.
Quería comerme el mundo. Escribir viajando, viajar escribiendo, saltar de un lugar a otro y tener una vida de ensueño marcada por la emoción y la novedad constante. A estas alturas de la vida está claro que las cosas no han ido por ahí. Me ha costado aceptarlo. De hecho, Sri Lanka fue un viaje tan complicado precisamente porque aun no lo había acabado de aceptar. A 28 de octubre creo haberlo hecho ya, aunque hay cosas que siguen resonando en mi cabeza. No todo aquel plan de vida está descartado: quiero escribir, aunque tenga la sensación de haber perdido mi talento o habilidad. También quiero volver a viajar por el mundo. Sola y acompañada y escribir sobre ello… y hablar. Estos últimos meses me han hecho descubrir que me gusta mucho hablar de mis proyectos, de viajar sola y de lo que sea. Escribir, hablar y comunicar historias, experiencias…
Por eso este post. En un intento por empezar por el principio que, en mi caso, sigo pensando que es escribir. Tal vez si recupero el hábito de escribir sin cuestionarme el sentido de lo que escribo pueda arrancar con mil ideas que me rondan por la cabeza desde hace demasiado tiempo y recuperar la confianza. Y el valor que un día me hizo dejar la seguridad de una redacción para ser dueña de mi tiempo y vida.
No resulta fácil ir a un ritmo mucho más lento que el de la mayoría. Permitirse un tiempo de sentirse perdida y no saber qué hacer ni cómo responder a las preguntas habituales de qué haces, a qué te dedicas… Podría decirse que me dedico a sobrevivir económicamente, pero a descubrirme como nunca antes lo había hecho. A entender mis mecanismos, a pensar realmente qué quiero hacer sin volver a subirme a la rueda de lo automático, lo impersonal y las prisas con las que todo funciona hoy en día.
Por eso escribo. Para recuperar el hilo conductor de mi vida. En un intento por recuperarme y poner orden a tanta intensidad y aprendizaje del que no se ve en títulos ni currículums. Escribir de lo que me surja. De momento, me conformo con ir recuperando el tono y la inspiración. Está claro que no será un lugar como antes, pero los viajes y la vida seguirán siendo el eje principal de una web que espero, en algún momento, poder reconvertir también a nivel de diseño.
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