Las distancias no son las mismas en todo el mundo. Tratan de convencernos de que un metro, un centímetro o incluso una milla son iguales aquí (rellenad con vuestra ciudad) que en la China popular o, en su defecto, Myanmar que por algo comparten frontera. Mienten. No sé quiénes, pero mienten. Debe haber algún pequeño desfase imperceptible para el ojo humano que hace que a mayor distancia, mayor tiempo que uno debe emplear en la carretera.
Las carreteras. Esas millonarias infraestructuras sobre las que tanto nos hemos quejado alguna vez todos nosotros y que taaaanto se echan de menos cuando debes recorrer un país como Myanmar. Los baches no solo son propios de sus destartalados trenes, también de un asfalto que muchas veces no es tal. En la antigua Birmania todo requiere su tiempo. Desde un zumo de frutas hasta un traslado, pongamos, de Hsipaw a Bagan. ¡Once horas en autobús nocturno!
Y no uno de esos autobuses modernos, pocos, con amplio espacio y aire acondicionado decente. No. En un autobús regular de los que usan los locales al estilo autocar de colegio sin apenas espacio entre asientos, con un aire que directamente congela -absurdo bajar para estirar las piernas con sudadera, pañuelo y hasta cortavientos cuando incluso de noche difícilmente las temperaturas bajan de los 27-28 grados, con suerte – y una música birmana estridente mezcla de David Bisbal, Álex Ubago y Taxi que no se apaga hasta altas horas de la noche. Por no mencionar si, como yo, tienes tan poca fortuna que a tu lado se sienta un birmano adicto a este tabaco rojo de mascar y que, por tanto, se pasa todo el viaje entre dormitando y escupiendo. Una experiencia 100% birmana.
No me quejo, que conste. Una nomadista debe estar preparada para incomodidades como esta pese a que el precio del billete tampoco era especialmente económico. 16.000 kyats, unos 15 euros, por un autobús destartalado que en plena noche y carretera imposible tuvo que parar por problemas de motor o frenos o vete tú a saber qué. Solo sé que el humo que salía de la parte trasera no era para nada normal. Reconozco que pasé algo de miedo cuando, de repente, descubrí que con ese problemilla de nada nos disponíamos a bajar y subir una montaña serpenteante con carreteras de tierra y repleta de autobuses y tráilers en la que dos sentidos de la marcha eran imposibles. Resulta difícil de explicar gráficamente la sensación que me invadió al mirar por la ventana y ver claramente la montaña dividida en ‘pisos’ y las maniobras imposibles de los vehículos que nos precedían.
La solución fue cerrar los ojos e intentar dormir. Ojos que no ven, corazón que no siente, que dicen. Aunque todos sabemos que el tema de la distancia en este aspecto tampoco es del todo fiable. A veces no hay más que escapar bien lejos para echar todavía más de menos y saber quién quieres ca tu vera. Marta, mi querida Marta, me pasó el otro día estas líneas que no puedo no reproducir aquí (espero que no te importe).
Pero volvamos a las distancias reales en cuanto a kilometros y demás. La experiencia nocturna solo es la excusa para lanzar un aviso para navegantes. En Myanmar las distancias sí cuentan a la hora de planificar una ruta. No hay desplazamiento considerable que no requiera de unas 7-8 horas, más si se trata del tren. Todo cuesta horrores en términos de tiempo y paciencia. Se avanza lento y, por tanto, no es nada recomendable ajustar en exceso los planes de viaje puesto que uno no es consciente de lo que cuesta moverse hasta que llega aquí. O hasta que los autobuses se quedan tirados unas cuantas horas. No me ha pasado, todavía (toco madera), pero sé de gente que se ha pasado media noche en la carretera a la espera de otro autobús.
Así que programad vuestro viaje a Myanmar, si es que tenéis pensado venir hasta aquí, con cierta flexibilidad. La que requiere, por ejemplo, subirse mañana a un autobús a las 8.30h de la mañana y llegar al próximo destino, el Lago Inle, a las 16.30 horas. En este caso, sin embargo, será en minibus al querer aprovechar y ver el amanecer desde alguna de las 3.000 pagodas que salpican Bagan. Ya os contaré qué tal en próximos post.
2 Comments
El futuro marido de PJ Harvey aunque ella no lo sepa aún...
22 julio, 2015 at 3:08Collons, quin robatori, no? Per aquest preu vaig anar de Varsòvia a Cracòvia en 1ª classe en un tren súpernou. I, per cert, ja t’has fet la reflexió de la foto? I tens resposta…? ;D
ptns
Laura R.
25 julio, 2015 at 4:46La reflexió s’està ‘cociendo’, però algunes respostes venen ràpides, 😉