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Diez motivos por los que viajar sola por el mundo

Hace semanas que ando falta de inspiración y me cuesta horrores pasarme por aquí por más que escribir siga siendo una de las cosas que más me gustan en esta vida. Especialmente si es sobre viajes y experiencias varias. Demasiados días ya sin colgarme la mochila, supongo. Necesito el viajar casi como el aire que respiro y los cambios de planes que se han producido en las últimas semanas indican que, de momento, Barcelona será mi base de operaciones durante los próximos meses. Habrá escapadas y viajes, pero no como había planificado antes de regresar. Nuevos proyectos profesionales y personales tienen la ‘culpa’.

No es una queja. Es una decisión consciente que a veces se tambalea. Solo eso. Pero si algo aprende una cuando se lanza a la aventura de viajar en solitario es a ser flexible y adaptarse a los cambios e imprevistos. También a asumir las decisiones que se toman. De ahí que me haya lanzado, por fin, a escribir sobre los motivos por los que creo firmemente que una mujer debería viajar sola por lo menos una vez en su vida.

Da igual el destino y los días. Atreverse a marcharse sin más compañía que una misma es algo que nos hace crecer sí o sí. Nunca me cansaré de repetir que subirme sola a aquel avión que me llevó a Bali en 2012 ha sido y es una de las mejores decisiones de mi vida y, por eso, quiero convenceros de que también puede ser vuestra. Así que sin mayor dilación aquí va mi particular alegato a favor de los viajes en solitario:

1.Libertad máxima

No existe mayor libertad que la de encontrarse sola en un lugar desconocido. Podemos considerarnos mujeres libres e independientes en nuestra ciudad, pero solo cuando una se planta con la maleta -o mochila- en un lugar que le es ajeno descubre el verdadero significado de la palabra libertad. No hay horarios ni más planes que los que te apetecen. El tiempo te pertenece y tú marcas el ritmo.

2. Ser una misma al 100%

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En nuestro día a día asumimos diversos roles en función del ambiente en el que nos movemos. Somos hija, hermana, amiga, novia, compañera de trabajo… y mil ‘personajes’ diferentes que marcan en cierto modo nuestra manera de comportamos. Cuando viajas sola todos esos roles desaparecen y eres simplemente tú. No tienes que justificar ante nadie lo que haces o dejas de hacer ya que simplemente te mueves por lo que más te apetece en ese momento y nadie te juzgará por ello. Nadie que no seas tú, claro.

3. Enfrentarse a nuestros miedos y fantasmas

Ser una misma no siempre es fácil ya que estamos acostumbradas, por lo general, a escucharnos poco e ir haciendo con el piloto automático puesto. Viajando sola habrá días malos en los que saldrán todos nuestros miedos y fantasmas. Nos quedaremos paralizadas sin saber qué hacer y nos juzgaremos por habernos quedado, por ejemplo, toda una mañana vagueando en el hostel de turno. Echaremos de menos y nos daremos cuenta de que no sabemos manejar nuestro tiempo a solas. No pasa nada, os lo prometo. Los malos momentos pasarán rápido y saldremos reforzadas.

4. Encontrarse a una misma y crecer

No hay viaje en solitario del que no haya vuelto diferente. Incluso mejor me atrevería a decir aun a riesgo de parecer poco modesta. Pero es la verdad. Cuando una se enfrenta a sus miedos o complejos no hace más que crecer y conocerse un poquito mejor. Diréis, «yo sé quién soy». Afortunadas vosotras, yo también creía conocerme, pero no fue hasta que empecé a encontrarme conmigo misma en lugares bien alejados de mi entorno cuando fue descubriendo y entendiendo muchas. Empecé a descubrir cosas que realmente me gustaban y a las que apenas dedicaba tiempo en mi día a día, también que lo que siempre había creído que quería para mi futuro ya no encajaba con la persona en la que me estaba convirtiendo y que muchas de mis debilidades iban a estar siempre ahí y, por tanto, dejé de luchar contra ellas. Las acepté y, desde entonces, intento que tengan la menor incidencia en mi vida. Y soy más feliz y equilibrada.

5. Nuevas habilidades

Viajar sola desarrolla habilidades como la resolución. Decisiones y más decisiones. A todas horas. Qué hacer, dónde ir y hasta qué comer son cuestiones que durante el viaje solo dependerán de ti y eso, aunque a veces puede ser cansado, te convertirá en una persona mucho más resolutiva. Podrás bloquearte la primera y la segunda vez, pero acabarás viendo la toma de decisiones como algo de lo más normal. Y también el afrontar problemas. Una se convierte en más decisiva y creativa cuando viaja sola y eso, qué queréis que os diga, es un gran capital humano a la hora de regresar.

6. Conocerás a gente increíble

Lo harás. Tarde o temprano te cruzarás con gente increíble. Da igual que seas más o menos tímida, viajar en solitario te pone en contacto con muchos otros viajeros que, como tú, viajan sin más ataduras que sus propios deseos. Y eso es maravilloso. Algunos de ellos significarán cenas compartidas o días de excursión en compañía. Otros te acompañarán durante días de viaje y algunos llegarán para quedarse como amigos o personas especiales. Yo me he ido encontrando con ellos por el camino tanto en Bali como en Australia, Costa Rica o en estos últimos meses por Asia. Gente especial con la que estrechas lazos de una manera mucho más intensa que en tu día a día. ¿Sabéis por qué? Porque viajando no existen las máscaras ni los intereses encubiertos y cuando te acercas a alguien lo haces desde la honestidad y autenticidad. Eres como eres y si hay conexión os puedo asegurar que será duradera aunque no os volváis a ver nunca en persona.

7. Nuevas aventuras

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Saltar al vacío desde 50 metros de altura con solo un arnés en los pies, subirse al coche de un desconocido que se ofrece a llevarte, superar un accidente con sentido del humor, saltar en paracaídas… son algunas de las cosas que nunca habría imaginado hacer de no haber viajado sola por el mundo. Una está más receptiva a nuevas experiencias cuando camina sola por el mundo y no depende de nadie más. ¿Y por qué no? será respuesta para la mayoría de planes inesperados y sorprendentes que se abrirán ante tus ojos. Solo hay que estar bien atenta y dejarse llevar. Os convertiréis en personas mucho más abiertas de lo que erais.

8. Coger perspectiva

La distancia pone todo en su lugar. Personas, emociones, situaciones… todo se ve con mayor claridad cuando nos alejamos un poco y cogemos perspectiva. Viajar sola también sirve para ordenar pensamientos y sentimientos y para valorar realmente lo que para nosotros es importante en nuestra vida. Aprendemos a estar sola, pero también a saber con quién queremos compartir nuestro tiempo ya se trate de una pareja o de amigos. Hay gente que se cae de la ecuación de las relaciones personales en estos viajes, pero que no os asuste eso. Valoraréis cada vez más vuestro tiempo y casi de manera inconsciente iréis restándole minutos a esas personas tóxicas o que ya no os aportan tanto como antes. Aunque, aviso, no será aplicable al 100% con alguna de ellas. Hay cosas que por más que viajemos solas difícilmente cambiarán. También es parte importante del aprendizaje, viajar sola no es la pócima mágica a todos los problemas.

9. Felicidad

Pocas cosas me han generado una sensación de felicidad tan perdurable como el viajar sola. Incluso en los malos momentos la felicidad sigue ahí, por debajo y evitando las caídas bruscas. Felicidad y orgullo de ser capaz de estar sola en la otra punta del mundo afrontando retos y descubriendo lugares increíbles.

10. Querrás repetir

Es adictivo y querrás repetir. No conozco a nadie que me haya dicho que no le ha gustado la experiencia de viajar sola por el mundo. Eso no quiere decir que ya no quieras viajar acompañada nunca más. Me gusta viajar con amigas, con esa persona especial o con mi familia, pero también tener ese viaje o escapada sin nadie más para disfrutar de la soledad que nada tiene que ver con estar sola. Tabú que entre todas deberíamos ir dejando atrás. Viajar sola es una elección, no una consecuencia de estar sola.

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