El sueño y yo no nos llevamos del todo bien. Desde hace un tiempo nuestra relación está llena de noches conflictivas. Hoy ha sido una de esas. Un sueño me ha despertado a las 5.30h de la mañana y ya ha sido del todo imposible volverse a dormir. La centrifugadora de pensamientos se ha puesto en marcha junto a un hambre atroz derrotada, dos horas después, con un contundente bol de cereales y un día torcido. Pero confío en poder remontarlo.
Escribir me resulta muchas veces terapéutico, pero no es ese el motivo de este post. Mi día no mejorará por arte de magia por escribir una nueva entrada en La Nomadista, así que no es esa la razón y sí uno de los pensamientos que han invadido mi mente medio adormilada. Me ha alterado. Tanto que, unas horas después, sigo con él en la cabeza. Os cuento. Estaba pensando yo en el futuro, en qué hacer, en la ansiedad que de vez en cuando me invade y en lo mucho que necesito volver a viajar sola por el mundo. Tres semanas ni que sea con mi mochila, mi libertad y felicidad viajera. También en cómo poder financiarla y, sin darme cuenta, me he trasladado mentalmente a Sri Lanka, destino que no sé muy bien por qué, pero que tengo en mente desde hace un tiempo. Y entonces, sin esperarlo, he sentido miedo.
Miedo a viajar sola. Mejor dicho, miedo a volver a viajar sola. Miedo a sentir miedo una vez allí y no disfrutarlo como siempre he hecho. Miedo a un país del que desconozco sus peligros dando por hecho que los tiene. Me ha asustado realmente este pensamiento o reflexión. Mi mente ha escaneado destinos alternativos. Filipinas, también peligroso y lejano para ir poco tiempo. Bali, demasiadas veces. Otra isla de Indonesia, peligro. Camboya, no sé yo… y así hasta agotar todos los destinos posibles del Sudeste Asiático. Entonces, he vuelto a Sri Lanka y he recordado que ese es el destino que quiero.
Pero me ha seguido asustando, sobretodo, la idea de viajar sola y tener miedo. La idea de ir y no disfrutar de la experiencia. De llegar y no querer estar sola por sentirme insegura, abrumada o aburrida. Ya no lo sé. Qué curioso, ¿no? Nunca me he sentido así en mis viajes. Ni tan siquiera en el primero de todos a Bali. Allí había adrenalina, inquietud ante lo desconocido, nervios, pero la seguridad de que iba a ser un gran viaje. No me preocupaba la soledad. Sabía estar conmigo misma. Tampoco tenía muy claro cómo iba a ser un viaje en solitario, pero tenía ganas. Ahora, seis años después, tengo miedo y necesidad. Necesidad de viajar sola de nuevo y reencontrar una parte de mí que hace dos años que anda vagando entre recuerdos y deseos por el caribe nicaragüense. Miedo a no ser aquella nomadista cuyo principal objetivo era recorrer el mundo sola -aceptando compañía y visitas, por supuesto- de manera lenta, sin cortapisas de horarios y vacaciones. Aquella nomadista con algunas ideas, creo que buenas, para tratar de transmitir y contagiar mi pasión por los viajes en solitarios al resto de mujeres de mi entorno y del mundo. Llamadme ambiciosa, pero ese era mi propósito, lo que me pedía cuerpo y mente y lo que me hacía feliz. Mucho. Con sus días regulares, incluso viajando, pero estaba tranquila. En paz. Sabía lo que quería.
Ahora ya no lo tengo claro. O sí, pero no tengo los medios o las agallas de hace tres años. Supongo que de ahí ese miedo a no atreverme a viajar sola o, peor aun, a no disfrutarlo. Me sentiría todavía más perdida que ahora. Implicaría una etapa pasada y no quiero. No quiero porque me queda mucho mundo por recorrer sola, pero también acompañada. Y la demostración de mis propias palabras: no viajo sola porque estoy sola. Antes lo estaba. En alguno de mis viajes no del todo, pero nunca he viajado por estar sola. Es decir, por no tener pareja. Tal vez mi primera visita a Bali si fue no por no tener pareja, sino por no poder cuadrar vacaciones y destino con nadie. Después de aquello viajaba sola porque me gustaba viajar sola. Estar conmigo misma, redescubrirme a cada nuevo sello en el pasaporte y a cada nueva persona que se cruzaba en mi camino. Viajar sola me liberaba de complejos y de prejuicios y me acercaba cada vez más a quién era y soy. Me sentía más libre que nunca. Más yo.
¿Cómo puedo tener miedo a todo eso? No lo sé. Ahora tengo pareja, sí, soy un poco pesada con este tema. Pero para mí sigue siendo una novedad día tras día. Una feliz novedad, pero que durante un tiempo reconozco que me hizo replantearme mis prioridades viajeras. ¿Viajar sola teniendo pareja? ¿Irme tres semanas a mi aire y no verle? Pero ahora tengo claro que el miedo de esta mañana insomne nada tiene que ver con eso. Es un miedo más personal. Miedo a no ser capaz aun sabiendo que lo soy, miedo a haber cambiado como el viajar sola me cambió en su momento. Y miedos más comunes cuando una piensa en viajar sola: miedo a aburrirme, a no soportarme, a no conocer a gente, a no disfrutar, a querer volver… ¿A alguna le resuena todo esto?
Estos miedos son miedos relativamente normales cuando nos planteamos una aventura en solitario. También cuando esperamos mucho de algo desconocido. Y que, como veis, nadie está a salvo de sufrir. Ni las que os planteéis viajar solas por primera vez ni las que ya tenemos experiencia en ello. Llevo un buen rato diciéndome que ni en Indonesia, ni en Australia, Costa Rica, Nicaragua, Malasia, Myanmar, Filipinas o Panamá me ha pasado nunca nada. Como mucho, algún día de tristeza aislada. Y sí, un accidente de coche, pero nada que me haya hecho sentir realmente en peligro. Alguna incomodidad y poco más. En cambio, son muchos los compañeros de viaje y amigos que he ido acumulando, los rincones inolvidables y la felicidad calmada o la calma feliz. Y el desapego, la ligereza… y pensando en ello, además de olvidarme de los quehaceres del día, he decidido que, con o sin miedo, Sri Lanka me espera. Con o sin dinero, pero a principios de 2019 me espera un nuevo país y aventura que vivir conmigo misma.
Y vosotras, ¿qué vais a hacer con vuestros miedos?
(*Me gustaría saber de ellos y poder compartirlos. Tanto si tienen que ver con el viajar sola como si no. Los miedos son más universales y comunes de lo que nos pensamos y, en los últimos dos años y medio, he cursado todo un máster de miedos vitales)
3 Comments
Sandra
26 septiembre, 2018 at 21:13Ets una valenta. No tothom és capaç de fer un post així de sincer… Jo no ho sóc (no volies «miedos»? 😉
:-*
Laura R.
27 septiembre, 2018 at 19:15Moltes gràcies!!
Eugenia
19 agosto, 2021 at 9:13Hola! Me gustó encontrarme con esto justo ahora. Estoy planificando un viaje sola por mi país y, por más que ya haya viajado sola varias veces, me entró un miedo que no había sentido antes. Esto me anima a seguir adelante con el plan, con más confianza, recordando que se puede, que se disfruta infinitamente y que es normal sentir miedo de vez en cuando pero que no es razón suficiente para no hacerlo. Gracias por compartir tus experiencias!