Hace días que tenía en mente escribir un post sobre los riesgos y peligros que supone viajar sola por el mundo y os aseguro que nada tenía que ver ni con la inseguridad ni con actos tan trágicos y lamentables como el reciente asesinato de dos mochileras argentinas en Ecuador.
La inseguridad existe, cierto. Y los energúmenos -por llamarlos de alguna manera-, también. Dudo mucho que haya algún rincón en el mundo en el que las mujeres no estemos expuestas a una serie de peligros y amenazas por el simple hecho de ser mujer. Lamentablemente así es la sociedad en la que vivimos. Pasa en Ecuador, pero también en Barcelona, Madrid, Berlín o cualquier otra gran ciudad una noche cualquiera. No siempre con un desenlace tan trágico como el de Marina Menegazzo y María José Coni, pero ¿cuántas veces hemos tenido que escuchar eso de ten cuidado, no vayas sola?
Demasiadas. Da rabia y más cuando tras un acto tan salvaje como el sucedido con estas dos viajeras se insiste en que viajaban solas. No. No lo hacían. Viajaban juntas, las dos. Sin hombres, pero acompañándose. Y ahí empieza el problema. Para muchos sigue siendo raro que las mujeres se lancen a la aventura sin la seguridad de un hombre… ¡en el siglo XXI!
Lo sucedido en Ecuador asusta, pero no debería tomarse como algo habitual. Llevo años viajando sola y nunca he tenido ningún problema. Viajar sola no suele ser peligroso. O no más que hacerlo con amigas. Claro que pueden pasar cosas desagradables, pero eso es un riesgo inherente a todo viaje por libre. Así que no os asuste o os eche para atrás. Viajar sola ha sido una de las mejores decisiones de mi vida y no me cansaré de recomendarlo a todo el mundo, mujeres y hombres. Pocas experiencias enseñan tanto como perderse sola por el mundo. Eso sí, viajar sola por el mundo no quiere decir viajar despreocupándose por completo de tu alrededor. Así que ahí van algunos consejos de seguridad para evitar peligros y riesgos:
SEGUIR LOS CONSEJOS LOCALES
Si en Puerto Viejo (Costa Rica) te recomiendan no caminar por ciertas calles cuando cae la noche, no camines por ellas por más que eso te obligue a dar un rodeo para llegar a ese restaurante al que quieres ir a cenar o al hostel u hotel en el que te alojas. No tiene que pasar nada, pero si los locales te avisan de ciertos riesgos no te las des de superwoman ni de superman. El consejo sirve para ambos sexos en este caso. Recuerdo que en Alice Springs, en pleno Outback australiano, nuestro guía nos recomendó que cogiéramos un taxi para volver a nuestro hostel aunque fuésemos un grupo mixto de cuatro o cinco. Se habían producido altercados con algunos ‘sin techo’ aborígenes debido al alcohol y un taxi, al fin y al cabo, solo iba a suponer un par de dólares por cabeza. Si los locales lo hacían, nosotros también.
SENTIDO COMÚN
No hagas lo que no harías en tu ciudad. Guíate por tu instinto y no arriesgues si no lo harías en casa. Así de sencillo y fácil, sobretodo en lugares remotos y poco comunicados o por la noche. Es cierto que en estos viajes hacemos cosas que nunca haríamos en nuestra vida diaria, pero valora siempre el riesgo de subirte al coche de un desconocido o de meterte en un océano descontrolado para aprender a hacer surf. Y si asumes riesgos, nunca solo. O nunca sin informar a alguien.
En Tailandia, por ejemplo, mi amiga Marta y yo nos lanzamos al vacío desde 50 metros de altura en un lugar en el que la seguridad, a posteriori, no resultaba ser la mejor del mundo. Saltamos, sí. Pero mi hermano estaba avisado por si pasaba algo. En mis viajes en solitario siempre intento avisar a mis padres del recorrido a seguir en los próximos días para que sepan por dónde ando y si voy a hacer alguna actividad especial. Puede parecer una tontería, pero lo cierto es que nunca sabemos qué puede pasar.
No siempre lo he hecho, todo sea dicho. En este último viaje, por ejemplo, me subí al coche de un desconocido que se ofreció a trasladarme del puerto de Kuala Besut (Malasia) a la ciudad más cercana -unos 15′ en coche- para que pudiera coger un autobús a Kuala Terengganu. El chico me vio esperar durante cuatro horas en el puerto y se apiadó de mí. Primero me indicó dónde podía esperar a un intermitente autobús y, después, se acercó hasta dicha parada y se ofreció a llevarme. Dicho sea que no me lo pensé demasiado y me subí a su coche llevada por la desesperación, pero una vez dentro me di cuenta de que no conocía de nada a ese tipo. Como en la mayoría de casos, no pasó nada. Me preguntó si tenía novio o estaba casada – le enseñé una foto que tenía con mi hermano de Tailandia y le dije que me reunía con él y unos amigos al día siguiente-, hablamos de fútbol y me despedí con una enorme sonrisa al comprobar que me había ayudado de todo corazón. No negaré que en algún momento miré a la carretera calculando el riesgo de saltar del coche en marcha y lamenté haberme dejado en el asiento de atrás la pequeña navaja suiza que siempre viaja conmigo. Sabía que me había olvidado del sentido común.
SIEMPRE RODEADA
La democratización de los viajes hace que difícilmente una se encuentre totalmente sola. Siempre hay alguien al que ‘engancharse’ para salir a cenar o tomar algo. Incluso para hacer rutas turísticas o perderse por la montaña. Si algo no os cuadra demasiado, pedid que alguien se una a vosotras y os acompañe. El riesgo se reduce si hay más gente contigo. Viajar sola no es tener que hacerlo todo sola.
En Myanmar, por ejemplo, tuve un pequeño altercado con un chico en Hsipaw que empezó a perseguirme. Era menor que yo, pero una nunca sabe la fuerza de su adversario, así que aceleré el paso, di cuatro voces y entré en un pequeño huerto-cafetería en el que varias mujeres me acompañaron hasta la carretera principal mientras espantaban al muchacho. O en Costa Rica. Una vez accidentada y sin mis amigos, aproveché cada vez que alguien se acercaba a preguntarme por mis heridas para decirle si podía ir a cenar con él o ella para evitar moverme de noche por la zona de Puerto Viejo más alejada del centro. Soy la primera a la que le da rabia no poder moverme con la misma libertad que un hombre en algunos lugares, pero esa rabia no debe llevarnos a un orgullo absurdo.
CONTROLAR EL ALCOHOL
Esto no va del típico consejo de «vigila tu copa no vayan a echarte algo en la bebida», pero casi. Cuando una viaja sola por el mundo tiene que extremar la precaución y el alcohol baja nuestras defensas. Una de las mejores cosas que pasan cuando viajas sola es conocer a gente. Relacionarse con otros viajeros o locales es lo que acabará dando más valor a tus aventuras. Compartirás viaje, experiencias, mesa, mantel y noches de risas. Saldrás a tomar unas cervezas y acabarás viendo amanecer en Gili Trawangan o en El Nido. Y más de una noche, seguro. Pero nunca pierdas el control del todo.
Reducir las copas de más es esencial para evitar problemas por la noche. Una chica borracha es mucho más vulnerable y, por tanto, más expuesta a riesgos o sorpresas desagradables. Y que conste que, aunque quede feo decirlo aquí, yo he salido de fiesta, he bebido y he disfrutado de la noche. Pero pocas veces, por no decir nunca, he dejado de saber qué hacía. El alcohol de muchos de esos países, además, es de ínfima calidad y pueden ser muy traicioneros. Si viajas con más gente sabes que alguien se va a preocupar por tu salud y seguridad, pero si lo haces sola nunca sabes si tus amigos de viaje estarán ahí si te pasa algo. Lo lógico es que lo estén, insisto en que la gente es buena por lo general, pero lo mejor es siempre valerse por una misma para saber volver al hotel o saber decir no.
DINERO EXTRA
Por muy ajustado que sea el presupuesto con el que viajemos siempre hay que contar con un margen económico para poder solventar cualquier inconveniente que suceda en el camino para evitar, por ejemplo, situaciones como la de las dos mochileras argentinas. Más vale pagar un poco más y dormir en condiciones seguras que en casa de dos desconocidos. He dormido en casa de desconocidos, pero nunca por necesidad máxima. Los sistemas de couchsurfing funcionan bien y hay gente que se cruza en tu camino que te invita a su casa y sabes que no va a suceder nada. Me refiero a situaciones en las que una se queda tirada ya sea bien porque el autobús que esperábamos no ha pasado o lo hemos perdido, por ejemplo. En situaciones extremas más vale pasarse un poco de presupuesto. Siempre habrá tiempo de reducir gastos por otro lado.
Insisto que, salvo pequeñas incomodidades, nunca he tenido problemas por ser mujer. Los típicos comentarios al pasar y miradas realmente incómodas y algunas advertencias de calles a evitar. Pero poco más ya que siempre he hecho caso a mi intuición e instinto. Nunca he tenido reparos en pedir que me acompañen cuando no he visto claro salir sola por algún sitio y he evitado situaciones comprometidas. Existen trucos, además, para cuando algún pesado de turno, que los hay, te ronde:
Llevar una fotografía a mano -en el móvil- de tu novio real o de tu novio ‘ficticio’ para mostrar que estás emparejada. Hay chicas que incluso se colocan un anillo en el dedo para simular estar casada. Tu pareja está en el hotel, comprando o en una ciudad cercana y te vas a reunir con él. Lo que sea, inventa, pero siempre surge efecto.
Modera tu manera de vestir, especialmente en países con culturas y religiones distintas a la tuya. Fastidia no poder ser libre de vestir esos shorts cortísimos que te pondrías en Barcelona o ese bikini tanga que apenas deja la marca del sol, lo sé, pero a veces es mejor ceder en eso que convertirte en foco de atención. Una de las peores sensaciones que he tenido en mis viajes en solitario fue en la ciudad malaya de Kota Bharu. Extremadamente musulmana, las miradas de los hombres resultaron realmente incómodas y eso que llevaba pantalones por la rodilla y camisetas de manga corta.
Me encanta saludar y sonreír a la gente que me cruzo caminando por la calle durante los viajes. Me cuesta no ser amable y sociable, pero cuando se trata de los típicos ‘pesados’ lo mejor es ignorarles y no devolverles el saludo. Darles cero posibilidades de entablar conversación o seguirte mientras te hablan. Al principio cuesta, pero al final una se acostumbra y se cansan. Lamentablemente, todavía queda mucho por hacer para que una mujer sola se sienta igual de segura que un hombre solo. Pero, aun así, el mundo siempre es mucho más amigable y seguro de lo que nos hacen creer si lo recorremos con precaución y sentido común.
No Comments