Esta mañana me he despertado con noticias que hablan de que el Gran Premio de Fórmula 1 de Singapur podría estar en ‘peligro’ debido al denso aire que estos días se respira en el país. La culpa del elevado índice de contaminación del aire de Singapur es de Indonesia, pero no de incendios como muchos mencionan. O no, por lo menos, de incendios como los entendemos en España cuando se habla de ellos en la prensa.
Indonesia arde, pero no desconsoladamente ni por el deseo de un pirómano que disfruta con la destrucción de la naturaleza. Indonesia arde como lo hace todos los años por estas fechas cuando se arrasan los campos para prepararlos para la producción de aceite de palma. El problema es que este año el viento ha querido que sus efectos colaterales, que siempre los hay, sean los peores en muchos años.
No solo Singapur sufre un aire difícil de respirar. También Malasia, que es siempre el principal afectado pese a que el gobierno trata de encontrar solución a un problema que pasaría desapercibido en occidente si no fuera porque pone en jaque a un evento que genera tantos y tantos millones -las entradas más baratas están a 300 dólares-. De hecho, el sur de Tailandia también sufre este año sus efectos y el gobierno malayo ha empezado a repartir mascarillas entre la población. Algunas escuelas incluso han cerrado sus puertas.
El sol y las nubes, sin embargo, se vislumbra hoy en el cielo. Han dejado de ser meros esbozos de trazo indefinido y eso puede que sea la mejor de las noticias para los amantes de la Fórmula 1. La nube ‘tóxica’ podría estar perdiendo fuerza. También lo es para los miles o millones de personas que estamos respirando un aire denso e irritante. Empiezo a pensar que el excesivo cansancio de estos días igual tiene algo que ver. Mi cuerpo no está acostumbrado a estos índices de contaminación.
Hay dos cosas, no obstante, que me llaman la atención en todo este problema. Y con esto acabo ya este post express. La primera, la incapacidad de los respectivos gobiernos por encontrar solución a un problema que no es nuevo. La segunda, lo poco que sabemos de cuanto sucede en el mundo si no es porque nos afecta de algún mundo o es una tragedia. Nos creemos que lo sabemos todo y ni mucho menos. Un poco más de interés en lo que pasa en otras partes del mundo evitaría, igual, más de uno y de dos conflictos.
Ah, una tercera cosa. Me asombra la capacidad de la gente para asumir lo que sucede sin montar guerras vecinales ni alterarse. Nunca he sido muy del conformismo sumiso, pero igual no estaría mal aprender de su forma menos quejica de gestionar situaciones que poco dependen de ellos. Son prácticos, así que siguiendo su ejemplo creo que voy a ir en busca de una de esas mascarillas para asegurarme que mis pulmones no luzcan como los de un fumador compulsivo.
¿Os imagináis a los Fernando Alonso, Lewis Hamilton y compañía luciendo mascarillas en el paddock? No me sorprendería enterarme que alguna de las marcas que los visten y revisten ya estén preparando una mascarilla de edición limitada por lo que pueda pasar de aquí al fin de semana.
2 Comments
Manel
17 septiembre, 2015 at 10:18Sin duda, solo nos interesamos por algo cuando afecta a lo que nos gusta. Gracias a la Fórmula 1 conocemos el problema de la contaminación, aunque parece que, por mucho que queramos, la verdad siempre se nos tiene vedada.
http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2008/10/23/aceite-palma-peligroso-la-salud-y-medio-ambiente/
Laura, un beso desde casa.
Cuídate.
Laura R.
17 septiembre, 2015 at 12:50Y aunque no esté vedada poco podemos hacer. Los pobres malayos llevan años y años respirando este aire cada vez que en Indonesia queman bosques y campos para el cultivo de la palma aceitera y, créeme, es bastante molesto levantarse todo los días con esta intensa niebla 🙁