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Tailandia cinco años después

En en el anterior post hablaba sobre lo positivo de volver a un país en el que ya se ha estado. Nong Khai y Khao Yao han sido grandes descubrimientos que, sin duda, no podría haber realizado en un primer viaje en el que hay tanto por ver. Pero repetir viaje también tiene sus riesgos y una debe estar preparada para que, por ejemplo, los recuerdos tan especiales no concuerden con las nuevas sensaciones.

Tailandia es un país que merece la pena visitar, por supuesto. Pero la Tailandia que me he encontrado este agosto no es la misma que la de hace cinco años. Los países evolucionan y nosotros también y, seguramente, hoy yo tampoco sea la misma que cuando me cargué una mochila a la espalda por primera vez y aterricé en el país de la sonrisa eterna con un peso que no es el de ahora. Pero, circunstancias y momentos a parte, el país empieza a perder un poco su esencia en manos de los miles y miles de turistas que lo visitan. No por los turistas, al fin y a cabo yo soy una más -eso de decir que una es viajera y no turista me parece bastante estúpido-, pero sí por el intento de occidentalizarlo todo para hacerlo más confortable para el visitante. Digo yo que si uno va a estos países no es para encontrarse lo mismo que en casa, ¿no?

O sí, que hay de todo en este mundo. A lo que iba. Después de un mes en Myanmar tuve la sensación de que en Tailandia se estaban olvidando de las cosas que en su día les convirtieron en centro del turismo de la zona. Tailandia son hoteles muy económicos y comida deliciosa y barata, pero también esa tranquilidad y esa sonrisa sincera de su gente, siempre dispuesta a ayudarte. Ahora, que la competencia es todavía más feroz que hace un lustro, la gente parece tan estresada como nosotros y tienes la sensación de estar permanentemente observado por los ‘cazadores’ de turistas. Nada insoportable, pero hace que toda la experiencia sea algo menos auténtica. Sobretodo porque parece que se está fomentando un turismo poco interesado en descubrir algo más allá de sus cristalinas playas, las compras compulsivas y las famosas full moon parties. Y eso me parece un grave error.

No todo está perdido, por eso. Ni es catastrófico. Solo son sensaciones después de haber pasado un mes en Tailandia. Existen reductos de autenticidad y también lugares turísticos con mucho encanto. Pero ya no es lo que era, incluso los trekkings por la naturaleza ya no son lo que eran hace cinco años. Supongo que haber aterrizado primero en Myanmar tiene parte de culpa. Revisando ayer las fotos -todavía no lo había hecho en serio- me di cuenta de las enormes diferencias entre ambos países. También es cierto que la situación política tailandesa no da para demasiadas alegrías: junta militar, nueva constitución en ciernes para perpetuarlos en el poder, terrorismo… Una no es consciente de lo poco que sabe del mundo o, por lo menos, del mundo que no interesa a los medios, hasta que aterriza en un país y descubre que ese país que tanto adoraba vive en una dictadura militar. No al estilo que nosotros podríamos imaginar, pero dictadura o ausencia de libertad al fin y al cabo.

Eso, supongo, también afecta a la manera de ver a un país de excesiva devoción hacia sus reyes. Y cuando digo excesiva me quedo hasta corta. Están por todas partes. Retratos en las farolas, retratos gigantescos en las carreteras, en la entrada de las escuelas… todo lo dominan, aunque no controlan… o sí, al fin y al cabo, permiten o asumen el poder de los militares. Hace cinco años recuerdo que me contaron que los tailandeses eran tan monárquicos porque eran los reyes los que unían al pueblo. Imagino que debe seguir siendo así, aunque el hecho de que insultar a la monarquía te pueda acarrear tres años de cárcel no me parece el mejor de los gestos por su parte.

¿Os ha pasado alguna vez lo mismo que a mí con Tailandia? ¿Algún lugar que nunca vuelve a ser igual? Me sigue gustando Tailandia, que conste. Y sigue siendo especial porque aquí fue donde se despertó el gusanillo nomadista, pero me he dado cuenta de que a veces es mejor dejar los recuerdos como están. Eso que dicen de «segundas partes nunca fueron buenas» igual también es aplicable a esos lugares que un día te hicieron feliz. Al fin y al cabo, si lo fueron fue por las historias que una vivió allí. Y las historias nunca son iguales.

Me he puesto un poco filosófica, para variar. ¿Qué pensáis vosotros? ¿Merece la pena intentar una segunda o tercera parte o es mejor siempre quedarse con la primera? Y ahora no solo hablo de países, sino de vivencias e historias en general.

 

2 Comments

  • Chiang Mai es hipster
    30 septiembre, 2015 at 12:35

    […] otra que asumir que Tailandia, esta vez, no me ha enamorado. Ya os lo contaba hace unas semanas en Tailandia cinco años después y me reafirmo ahora que intento escribir sobre dos de las ciudades que más me gustaron del país. […]

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  • La magia de Bali
    13 noviembre, 2015 at 5:22

    […] extraña mezcla de sentimientos volvió a aparecer esta vez. La decepción que supuso volver a Tailandia me asustaba. No quería una nueva decepción con un lugar con tanto significado para mí, pero por […]

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