Hay lugares que por alguna extraña razón te conquistan de tal manera que se quedan contigo para siempre. Bali es uno de esos lugares para mí. Me gustaría ser más original, pero hay cosas que una no puede escoger y esta isla es una de ellas.
Bali fue mi primer amor en cuanto a los viajes en solitario -aquí empezó la aventura en 2012- y, tres años después, sigue enamorándome como el primer día. Es curioso como una puede sentir que un lugar como Bali es su casa. Tan lejos y tan diferente de Barcelona. Y aquí estoy. Dispuesta a pasarme el último mes y medio de esta primera parte de aventura en Bali. No me apetece moverme de un lugar que no deja de acumular buenos momentos de esos que perduran.
La primera vez que pisé esta isla lo hice con una mezcla de miedo e ilusión. No era del todo consciente de lo que hacía subiéndome a aquel avión, pero esas tres semanas recorriendo Ubud, Canggu, Gili Air y Lombok superaron todas las expectativas. Conocí a gente increíble que sigue formando parte de mi vida y viví experiencias que me han llevado a estar hoy inmersa en esta aventura.
Esa extraña mezcla de sentimientos volvió a aparecer esta vez. La decepción que supuso volver a Tailandia me asustaba. No quería una nueva decepción con un lugar con tanto significado para mí, pero por suerte no me dejé llevar por los temores. Opté por arriesgarme… y gané.
Bali lo ha vuelto a hacer. La isla me ha regalado algunos de los momentos más especiales de estos cuatro meses de viaje. El atardecer en Medewi Beach junto a Daniela y Evi es uno de los atardeceres más espectaculares que he visto en mi vida. Una inmensa y casi solitaria playa teñida de rosa con dos buenas amigas, risas, fotos y silencio. Sonrío al recordar ese momento de feliz tranquilidad y paz. Y Seminyak.
Esperaba poco de un lugar tan turístico y masificado como Seminyak, la verdad, pero todos mis prejuicios desaparecieron nada más llegar al New Seminyak Capsule Hotel. Ese hostel es el culpable de que ahora mismo esté rodeada de un grupo de personas a los que ya considero mis amigos. Unas cervezas y una baraja de cartas fueron suficientes para convertir tres días en una semana de relax y noches de risas y partidas en un lugar ‘peligroso’. Resulta excesivamente fácil dejarse llevar por la pereza y dejar pasar los días sin nada más que hacer que ir a la playa y relajarse alrededor de una mesa repleta de gente.
Harry, Yunes, Sara, Ryan… ya forman parte de las grandes memorias de este viaje. Lo que empezó con una simple conversación se convirtió en un grupo que lleva junto diez días. Y al que sé que en unos días voy a echar mucho de menos. Pero, pese a la incipiente nostalgia que me invade, no puedo dejar de sonreír cuando los veo aquí sentados a mi alrededor cada uno relajándose a su manera en Ubud. Las personas son las que marcan las experiencias de nuestra vida y esta gente ha marcado mucho este tramo final de viaje.
De nuevo, Bali. La isla tiene una energía difícil de explicar que facilita las relaciones entre gente de lugares tan dispares como Canadá, Marruecos, Inglaterra, Afganistán, España o Grecia. Sin duda, pese a lo turístico del lugar, Bali sería mi primera recomendación para alguien que quiera iniciarse en los viajes en solitario. Tiene playa, tiene el verde intenso de sus campos de arroz, tiene cultura y tiene ambiente. Muchos mochileros llegan día tras día a una isla bastante segura y realmente fácil de descubrir y, todos ellos, con ganas de conocer gente nueva. Es una apuesta segura y abierta a las sorpresas, casi siempre inolvidables.
1 Comment
El futuro marido de PJ Harvey aunque ella no lo sepa aún...
24 noviembre, 2015 at 4:21Apuntadas quedan, Bali y Myanmar! Aprovecha la recta final!