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De propósitos de año nuevo y cosas varias

Hoy termina 2017. Otro año más con esa sensación de haberlo vivido al estilo Usain Bolt. Veloz, excesivamente veloz. Me cuesta recordar y ubicar qué pasó en enero, febrero, marzo… ¡quedan tan lejanos!

¿No tenéis la sensación de que alguien nos roba segundos, así poco a poco y de manera disimulada para que no sospechemos? Es todo tan intenso, volátil y efímero que asusta. A mí me asusta. Y me preocupa. Me preocupa no disfrutar el tiempo al máximo. Vivirlo intensamente, aunque me da a mí que eso tiene bastante de cuento chino. De esas píldoras de felicidad que no hacen más que convertirnos en un poco mas infelices.

No. A veces no puedes estar radiante y feliz todo el rato. Ni tan siquiera cuando tienes motivos para estarlo o, mejor dicho, para no estar triste o preocupada. Mi 2017 ha sido raro y lo acabo así, rara. Y bastante miedosa. No escondo que el miedo ha  sido uno de los grandes protagonistas de este 2017. Miedo a casi todo. A lo malo de la vida, pero también a lo bueno. Casi que más a lo bueno como si no creyera merecer las cosas increíbles que han sucedido o he vivido este año. Somos curiosos los seres humanos…

Confieso que hace un par de meses me apunté a una terapia de mujeres para tratar de entender a este miedo que tanto me paraliza. Cuando la termine, de aquí a unas semanas, os contaré más sobre ella porque creo que puede resultar interesante para muchas. Para mí lo está siendo, aunque creo que en parte es este grupo de mujeres poderosas el que provoca el caos mental con el que me dispongo a cerrar el año.

Antes decía que terminaba el año rara. No. Lo termino removida. Agitada. Descolocada como si alguien se hubiera dedicado a cambiar de lugar todos los productos de un supermercado. No resulta fácil recolocarlos, pero de vez en cuando va bien despejar las estanterías y ver qué se encuentra una por ahí. Pensaba que llevaba haciéndolo desde que volví del viaje, pero he descubierto que es ahora cuando realmente me he puesto a ello. Ahora que las cosas buenas me amenazan. Buenas, que no fáciles. O sí… Me aterroriza la aventura de querer bien, que no es lo mismo que querer a secas, a alguien. También la aventura de escribir un libro, no sobre viajar sola -ese será el segundo-, pero un libro realmente chulo. Y como me aterroriza, le busco los tres pies al gato. Pero, aun así, hablo de un segundo libro y visualizo volver a Filipinas y hacerlo acompañada. Soy piscis, ese pez que se muerde la cola. Esos peces, mejor dicho.

No creo en el horóscopo, pero soy muy Piscis -entre muchas otras cosas- y eso es algo que no puedo cambiar. Pero tal vez sí el que en vez de morderse la cola se la acaricien. Así que a este 2018 que mañana inauguramos le pido más caricias vitales para una misma y para la gente que queremos. Para ellos, también de las físicas. En mi familia somos poco dados a decirnos que nos queremos y a abrazarnos. Nos queremos mucho, nunca lo he dudado, pero no somos muy físicos y he descubierto que yo sí lo soy. Necesito lo físico y las palabras por más que muchas veces se las lleve el viento.

Palabras acompañadas de gestos físicos. Por eso, como decía, al 2018 le pido caricias vitales, de esas que te hacen sentir que todo va a salir bien. También de las que dicen ‘Te quiero’. Y no solo recibirlas, también darlas y eso sí que es un reto para mí. De los grandes. No porque no las sienta, sino porque me asusta ser todavía más vulnerable de lo que sé que soy. Mi segundo deseo o propósito es, por tanto, quererme y querer mejor.

Laura

Está siendo toda una aventura emocional esto de haberse cruzado con alguien tan como siempre había querido. Complejo, independiente, herido, honesto, inteligente, auténtico, creativo, vulnerable, fácil, divertido… y con una vida tan enriquecedora e intensa. ¡Cuidado con lo que deseáis! No siempre resulta fácil lidiar con ello. La cara b de los deseos conlleva también enfrentarse a temores, miedos y miserias. Pero te hace crecer. Llevo unas semanas asumiendo que sufro cierta dependencia emocional y aceptando que no se acaba el mundo pese a que siempre me había creído inmune a ello. Ni que no me gusta tanto cuando es el otro el que se marcha de viaje y aventura durante semanas. Tampoco saber que, por ello, viajar sola tanto tiempo como en el pasado ya no lo contemplo. Aunque sí necesito viajar sola. En breve. Este 2017 he dejado de lado mi faceta más viajera por dinero, pero también por este ir descubriéndome junto a alguien. O, por lo menos, hacerlo de la manera en la que lo estoy haciendo ahora. Pero necesito encontrar la manera (económica) de hacerlo pronto. Primero, sola. Reencontrarme de viaje. Después, acompañada. Y aprender a combinarlo. Como todo en la vida, lo bueno y lo malo.

Mi tercer propósito, por tanto, es el equilibrio. Equilibrio viajero, vital… y el cuarto, atreverme. Tal cual. Atreverme a escribir ese libro, a poner en marcha todas esas ideas que nunca acabo arrancar, a darle una patada amorosa, pero patada, a todos mis miedos. Atreverme a dar el primer paso, a decir te quiero sin más e independientemente de la reacción y respuesta del otro o de los otros. Siempre he sido una persona ‘dadora’, pero siempre lo he hecho para que me quieran. Desde pequeña. Mi madre siempre dice que ya en el parque o colegio compartía todo. Ahora quiero dar porque me sale dar y sabiendo que la respuesta del otro no tiene nada que ver con nosotros, sino con ellos mismos. Aunque no lo parezca, eso es bastante liberador. Lo único que depende de nosotros mismos es ser nosotros mismos. Puede parecer de manual barato, pero no resulta tan fácil darse cuenta y, mucho menos, ponerlo en práctica. Y ese es el quinto propósito para este 2018.

Menuda lista de propósito tan ‘fáciles’ me está quedando para 2018… y eso que mi intención inicial era escribir sobre El Priorat y los dos días de relax compartido catando vinos. La escritura, que está viva y a veces le lleva a una por dónde le da la gana. Supongo que por eso resulta curativa para tanta gente. Para mí lo es por más que últimamente la tenga algo abandonada. Os hablaré de Falset, el Priorat y sus vinos en el siguiente post. ¡Lo prometo! Pero el fin de año, aunque sea un tópico, sirve para echar la vista atrás y darse cuenta de todo lo avanzado. Siempre se avanza aunque a veces tengamos la sensación de que no. Otra cosa es cuándo se recogen los frutos o nos damos cuenta de lo aprendido. Pero se avanza. A veces más rápido, a veces más despacio e incluso dando pasos atrás, pero se avanza y se aprende. Y se mejora.

Mi sexto y último propósito es seguramente el más concreto: dormir más y mejor. Este 2017 ha sido el peor año de mi vida en ese sentido. Pero sé que se cumplirá siempre que me esmere en los cinco anteriores. Es mi talón de Aquiles. Me ahorro, por tanto, poner aquí lo típico de hacer más deporte, cuidarme, tener rutinas… Tampoco pido llegar al próximo 31 de diciembre junto a J. o ser feliz. Esas cosas no funcionan así. Quiero que sea así mi 2018, feliz y compartido, pero sé que depende de todo lo anterior y de cosas que no están en mis manos ya que no se trata de cosas que se cumplan como deseos. Las construimos nosotros mismos día a día. Son nuestra responsabilidad y no las podemos dejar en manos del azar o de vete tú a saber qué y eso significa que podemos construirlas bien, pero también mal. O menos bien. Y muchas veces el resultado no solo depende de cómo queramos hacerlo. Es impredecible. Así que después de todo este rollazo no os voy a desear un feliz 2018. Mi deseo es simplemente que cojáis pico y pala y empecéis a construir el mejor 2018 posible de vuestras vidas, con socavones incluidos.

¡Por un 2018 lleno de curvas!

PD: A J., por si lees todo esto. Simplement, gràcies.

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