Se me antojan pocas cosas con igual o mayor poder analgésico y curativo que la música. Hace unos días tuve la ocasión de ver en directo a uno de esos grupos que hacen auténtica delicia en directo. Sí, sé que delicia y sus derivados tiene un cierto aire cursi, pero lo que el jueves pasado hicieron Fanfarlo en la inauguración de la 25 edición del Festival de Guitarra de Barcelona fue eso. En acústico, la mezcla del violín, la trompeta y la voz del cantante nórdico hicieron que, por momentos, me olvidará del estrés mental, de las ansiedades varias y de las ausencias; del tono gris de la rutina de los últimos meses y sonreí. Me recuerdo así, incorporada, con una sonrisa discreta, de las de felicidad pausada y balanceando mi cuerpo en la butaca de la sala Barts.
Se paró el tiempo y, por momentos, no necesité nada más salvo una buena copita de vino y cerrar los ojos mientras las notas invadían mi cuerpo. No lo hice porque habría parecido que me estaba aburriendo hasta el punto de quedarme dormida. Y no descarto haberlo hecho, aunque de placer y calma. Los que me conocen saben de mi pasión por la música, de mi adicción a los conciertos, especialmente de dos o tres grupos a los que podría ver semana sí y semana también, y de mi necesidad imperiosa de no pasar demasiadas horas sin escuchar canciones. No comprendo la vida sin la música y sin los subidones que suponen dos horas de concierto cantando (fatal) y sintiendo como tampoco entiendo a quienes aseguran no gustarles este arte. Para mí es como los que están sin ser… no saben lo que se pierden. Lo dice bien claro el profesor Antonio que tan bien interpreta Javier Cámara en ‘Vivir con los ojos cerrados es fácil’: “hay canciones que te salvan la vida porque al escucharlas sabes que no estás solo, que alguien más ha sentido lo que estás sientiendo tú”. Cierto entrenador rubiales añadiría aquí aquel “no hase falta desir nada más”.
La música es eso, instantes de vida compartidos capaces de hacerte sentir único e igual a todos. ¿Quién no se ha visto alguna vez diciendo “está canción parece estar escrita para mí”?. Y ¿qué me decís de esas canciones que durante un tiempo tienes que poner en cuarentena? ¿Y de la alegría de ese día en el que te das cuenta que ya puedes volver a escucharlas? Mi lista de unas y otras podría ser eterna porque las canciones, como los sentimientos, son algo especial. En Australia, sin ir más lejos, los Love of lesbian, Lori Meyers, Jero Romero, Second, Vetusta Morla y compañía se convirtieron, además, en un anclaje a mi mundo aunque solo fuera porque era el único castellano o catalán que escuché durante los dos meses que estuve a mi aire. Me permitían aislarme de tanto inglés y, en los momentos de añoranza, protegerme en cierta manera. O rodearme de pequeñas dosis de melancolía que, como sigue diciendo Javier Cámara en una película que os recomiendo sí o sí, “la vida es alegría y melancolía” y todo, con mesura, es importante.
Así que aquí y ahora os dejo algunas de las canciones que marcaron el gran viaje por las Antípodas. Todos los viajes han tenido las suyas. El viaje a Tailandia, el principio de todo, lo asocio a Ronan Keating y su tan manido ‘When you say nothing at all’ y al ‘Californication’ de los Red Hot Chilli Peppers porque eran dos de los grandes hits que sonaban en cualquier bar en el que entrabas a tomar una cerveza. En Vietnam me dio por canciones que hacían referencia a aquella sangrante guerra mientras que en Indonesia, la estrella fue ‘Nadie por las calles’ de los Love que, para los que estéis al tanto, dio pie a una divertida y extraña situación en Sevilla. También hay canciones asociadas a personas o a situaciones y todas ellas van configurando un particular y curioso currículum vitae musical. ¿Os atrevéis a contar el vuestro? Se aceptan recomendaciones o comentarios explicando alguna de vuestras canciones de ese CV. La música, nueva o clásica, no ocupa lugar, como el saber.
1º ‘El món en un cafè’, Quart Primera No sé como llegué a ella, pero me dio muchos momentos peliculeros de esos de mirar a través del cristal de un autobus o un todoterreno y perder la vista en el horizonte con esa mezcla de melancolía y ligera tristeza, que no pena.
2º ‘Homesick’, Kings of convenience Añoranza en mayúsculas y preguntas del estilo ¿qué hago en la otra punta del mundo? (solo los primeros diez días)
3º ‘Wake me up’, Avicii En las excursiones no había playlist que no sonara y, a base de repeticiones, acabó por ser una de las canciones del viaje. Además, que tiene un algo…
4º ‘Belice’, Love of lesbian No podían faltar. He esperado un poco para que no se diga que soy muy pesada con ellos. Belice, Byron Bay, Sydney, Uluru… ¡qué más da! Todos son lugares para huir
5º ‘Let her go’, Passenger Ese deseo de que la distancia pusiera las cosas en su sitio (el bueno) y el echar de menos fuera suficiente
6º ‘Haciendo eses’, Jero Romero Los australianos y servidora cuando llegara la hora de despedirse
7º ‘Sweet Disposition’, The Temper Trap No podía faltar mi grupo australiano favorito, que no el único que conozco, ¿eh?
8º ‘París, Tokio, Nueva York’, Pecker Y Sydney. ¿Quién no ha tenido una gran alucinación? El viaje era una de ellas hecha realidad
9º ‘Australia’, Manic Street Peachers Esta es fácil. AUS-TRA-LIA
10º ‘The end of maiden trip’, The Sunday Drivers Todo llega a su fin. Un viaje, una relación, una amistad, un trabajo… y acabarlo con una sonrisa es la mejor de las maneras… si es posible, claro
https://www.youtube.com/watch?v=pbI4jUay7Kk
11º ‘To the moon & back’, Savage Garden Una lista no estaría completa sin un poco de petardeo y pop para niñas. En este caso, made in Australia
12º ‘Big Scary’, Mix tape Buen rollismo y ritmo en la carretera
And last, but not least… ‘Toros en la Wii’, Love of lesbian Tanto en los buenos como en los malos momentos, ese ‘fantástico’ es pura alegría
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