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Consejos prácticos para superar un monzón

El mundo se divide entre los que odian la lluvia por encima de casi cualquier cosa y los que la toleran e, incluso, la disfrutan. Si te identificas con el primer grupo, estás de enhorabuena, no necesitas seguir leyendo este post. Mi consejo se reduce a la siguiente afirmación: ¡No vengas al sudeste asiático en época de monzones!

Si, por el contrario, crees disponer de un cierto grado de tolerancia o simplemente no puedes hacer vacaciones en otro momento del año y realmente deseas con todas tus fuerzas visitar este rincón del planeta, aquí descubrirás ciertas cosas que quizás no sabías sobre las lluvias asiáticas. Y algunos consejos poco prácticos ya que cuando llueve, llueve de verdad.

Un poncho. Sí, un trozo de plástico bien grande será tu mejor aliado en los días de lluvias. Da igual que sea una de las prendas más antiestéticas inventadas por el hombre, agradecerás disponer de uno ya que te permitirá proteger  tu mochila o bolso. Tu cuerpo y ropa ya será otra historia. ¿Longitud ideal? Media rodilla. Así, con un poco de suerte, evitarás acabar completamente empapado de pies a cabeza. ¿Paraguas? Al gusto y siempre que la lluvia no venga acompañada de fuertes rachas de viento. Entonces, mejor esperar a que amaine en el hostel o tomando un café o un batido en cualquier lugar con una buena conexión wifi.

Paciencia. Segundo consejo de La Nomadista tras dos semanas de lluvias. Paciencia y rapidez para aprovechar los ratos libres de agua que nos dejan los monzones. Los hay. O simplemente disfrutar incluso bajo el diluvio de los paisajes y de los planes previstos siempre y cuando no conlleven ningún riesgo. Varios ejemplos:

El trekking en Hsipaw. Acabamos completamente empapados, pero dos horas después del diluvio universal nadie se acordaba ya de los pies mojados o, más recientemente, excursión en barco a Phi Phi Leh en Tailandia. El fin del mundo nos alcanzó nada más llegar a Maya Bay, la famosa playa en la que Leonardo Di Caprio se fuma un porrito en ‘La Playa’. Una fuerte cortina de agua nos rodeó en cuestión de segundos y se hizo prácticamente de noche. Las gotas dolían cuando una salía del agua, así que la mejor opción fue aguantar el intenso chaparrón dentro del mar, que estaba calentito. Por suerte, el mar no se agitó en exceso y hasta fue divertido. Un rato, cuando empezamos a arrugarnos considerablemente hubo sprint hasta el otro lado de la bahía ya que, debido a las olas, los barcos no nos podían recoger allí.

Flexibilidad. La planificación al milímetro aquí no funciona. No con las intensas lluvias, así que más vale tener algún que otro día de margen por lo que pueda pasar. En mis últimos días en Myanmar, el agua inundó varias carreteras y mi autobús de Hpa-An a Rangún apunto estuvo de no salir. Tenía el vuelo de salida un lunes y, previsora, me subí al autobús un sábado. Tardamos 10 horas en cubrir los 300 kilómetros que separan ambas ciudades. Costó, pero al final alcancé mi objetivo.

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En estos momentos, sin ir más lejos, estoy con mi hermano esperando al ferry de las 13h que debe llevarnos de las Phi Phi a Krabi y, de ahí, al aeropuerto para volar hacia Chiang Mai a las 19h. El tiempo está algo justo, pero confiamos en que el tiempo nos respete para poder ‘escapar’ de las islas. Siempre hay muchas más opciones en tierra firme. El cielo, sin embargo, se oscurece a la  velocidad de la luz.

Pies mojados. Asumid que solo al meteros en la cama tendréis los pies secos. Al principio, calzarse unas buenas botas puede parecer una buena idea… hasta que te encuentras la primera carretera inundada. No hay bota que resista a dos o tres inmersiones, lo comprobé en Rangún y mis zapatillas todavía siguen sufriendo las consecuencias. Lo mejor, unas sandalias de caminar bien cogidas al pie o tobillo. Al final, una se acostumbra a los pies mojados y, por suerte, aquí no hace frío como para coger un buen resfriado. Las chanclas son una opción, pero pueden perderse si el agua tiene cierta corriente o provocarnos algún que otro resbalón peligroso.

Mejores precios. No todo van a ser malas noticias. La temporada de lluvias es, también, la temporada baja en el sudeste asiático y eso significa que dormir en países como Tailandia resulta todavía más barato. La opción de regatear es posible y también la de no necesitar reservar con antelación.

Por último, los ciclones en Bangladesh no ayudan. Siempre he viajado al sudeste asiático en la teórica temporada de lluvias y nunca hasta ahora me había caído tal cantidad de agua día tras día. Este verano está siendo algo excepcional en ese sentido por el dichoso ciclón. Ahora leo que hay un tifón también en Taiwan, aunque parece que se dirige a la China. Veremos, de momento, ya sé que no podría vivir, por ejemplo, en Londres. ¡Un poco de sol por favor!

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PD: La lluvia, a veces, proporciona momentos únicos. El aire acondicionado del autobús de Hpa-An a Rangún se estropeó al cruzar un río desbordado y así intentó arreglarlo uno de los conductores. Ni que decir que acabamos el largo viaje con las ventanas abiertas.

1 Comment

  • El futuro marido de PJ Harvey aunque ella no lo sepa aún...
    24 agosto, 2015 at 2:47

    Leer esto estando acatarrado como una sopa (en este caso, no culpa de la lluvia, sino de los malditos aires acondicionados…) no sería el mejor estímulo para irme para allá (y ya sabes que soy del primer grupo de personas que mencionabas…)

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